Una cinta amarilla, hojas de lechuga en el suelo, una estampilla pegada bajo la cerradura... A simple vista, objetos dispersos sin relación aparente. Pero, para un ojo entrenado, este conjunto de elementos distingue con claridad el taller de un artista adherente a los postulados de Don Gervasio Calvet. Y el lector dirá: ¿quién fue Gervasio Calvet? Para responder ese interrogante, llamaremos a la puerta del enigmático escultor César Krause.
—Sr. Krause, ¿adhiere usted a la corriente “calvetista”?
—¿Y Ud. quién es?
—Soy un investigador independiente y estoy interesado en…
—Márchese inmediatamente de aquí.
—Pero, señor Krause, queremos saber si en su taller se celebran ritos de iniciación y se realizan sacrificios en calidad de ofrenda.
—Deje de decir gansadas y retírese ahora mismo, o tendré que echarlo a patadas en el or*o.
—Pero…
—¡Váyase, imbécil!
—Muy bien, disculpe.
No tuvimos suerte con Krause, pero hemos logrado fotografiarlo.
El análisis efectuado por nuestros peritos, comprueba de manera fehaciente que las esculturas que aparecen en segundo plano no son tales, sino especies sobrenaturales de carácter demoníaco. Seguiremos investigando.
—¿Y Ud. quién es?
—Soy un investigador independiente y estoy interesado en…
—Márchese inmediatamente de aquí.
—Pero, señor Krause, queremos saber si en su taller se celebran ritos de iniciación y se realizan sacrificios en calidad de ofrenda.
—Deje de decir gansadas y retírese ahora mismo, o tendré que echarlo a patadas en el or*o.
—Pero…
—¡Váyase, imbécil!
—Muy bien, disculpe.
No tuvimos suerte con Krause, pero hemos logrado fotografiarlo.
El análisis efectuado por nuestros peritos, comprueba de manera fehaciente que las esculturas que aparecen en segundo plano no son tales, sino especies sobrenaturales de carácter demoníaco. Seguiremos investigando.