He recibido cartas de lectores indignados por mi demora en la entrega semanal.
Ante todo, les pido disculpas. Sé que no hay excusas, pero he sufrido un contratiempo que, luego de leer estas líneas, bien sabrán comprender.
Ayer por la noche me encontraba redactando un expediente cuando sonó el teléfono de mi oficina: “Pibe, ¿adónde te metiste? Largá todo y venite, que se enfrían los fideos”. Esa voz, ese ronquido áspero —y por momentos desagradable—, pero tan cálido e inconfundible. Era nada menos que Artemio Braun, el brillante columnista de El Amanecer de Suárez, que me llamaba para recordarme una cita impostergable: ayer, 28 de septiembre, cumplía sesenta años el gordo Rogelio Di Pace, un compositor fenomenal.
Según afirman los entendidos, más de la mitad de la música ciudadana compuesta a partir de 1965 (incluida Chiquilín de Bachín) es obra del gordo Rogelio. Quienes lo conocen, saben de su modestia, y es muy probable que él mismo haya decidido retirar su nombre de los créditos, para darle lugar a otros autores. La nobleza del gordo y su probada hombría de bien son cualidades indiscutibles.
Por estas razones, no dejan de sorprenderme esos malintencionados rumores sobre su pasado: “Rogelio buchón”, gritan por ahí; “Di Pace traidor”; rezan los afiches; “Gordo hijo de pu*a”, han pintado en el frente de su vivienda.
Vale decir que esta clase de actitudes vandálicas, no sólo ensucian injustamente el nombre del Sr. Rogelio Di Pace, sino que además perturban la paz social y atentan contra la salud de la democracia. Por el bien de la familia Di Pace y de la comunidad en su conjunto, pido a estos agitadores que recapaciten y se retracten públicamente. Feliz cumpleaños, Rogelio.
Foto: El gordo Rogelio junto a sus seres queridos. A la derecha, Artemio Braun.
Ante todo, les pido disculpas. Sé que no hay excusas, pero he sufrido un contratiempo que, luego de leer estas líneas, bien sabrán comprender.
Ayer por la noche me encontraba redactando un expediente cuando sonó el teléfono de mi oficina: “Pibe, ¿adónde te metiste? Largá todo y venite, que se enfrían los fideos”. Esa voz, ese ronquido áspero —y por momentos desagradable—, pero tan cálido e inconfundible. Era nada menos que Artemio Braun, el brillante columnista de El Amanecer de Suárez, que me llamaba para recordarme una cita impostergable: ayer, 28 de septiembre, cumplía sesenta años el gordo Rogelio Di Pace, un compositor fenomenal.
Según afirman los entendidos, más de la mitad de la música ciudadana compuesta a partir de 1965 (incluida Chiquilín de Bachín) es obra del gordo Rogelio. Quienes lo conocen, saben de su modestia, y es muy probable que él mismo haya decidido retirar su nombre de los créditos, para darle lugar a otros autores. La nobleza del gordo y su probada hombría de bien son cualidades indiscutibles.
Por estas razones, no dejan de sorprenderme esos malintencionados rumores sobre su pasado: “Rogelio buchón”, gritan por ahí; “Di Pace traidor”; rezan los afiches; “Gordo hijo de pu*a”, han pintado en el frente de su vivienda.
Vale decir que esta clase de actitudes vandálicas, no sólo ensucian injustamente el nombre del Sr. Rogelio Di Pace, sino que además perturban la paz social y atentan contra la salud de la democracia. Por el bien de la familia Di Pace y de la comunidad en su conjunto, pido a estos agitadores que recapaciten y se retracten públicamente. Feliz cumpleaños, Rogelio.
Foto: El gordo Rogelio junto a sus seres queridos. A la derecha, Artemio Braun.