Hace
unos días se fue mi viejo y me dejó una tonelada de recuerdos y
enseñanzas. Pero, fiel a su estilo, me lo dejó todo atornillado y
prolijamente soldado a una tristeza enorme. Todavía no sé con qué
herramientas se desarma todo esto, pero
seguro las voy a encontrar. Una de ellas, sin dudas, será la música que
lo emocionaba y que pudimos compartir en largas sobremesas de vino, humo
y guitarra. En su memoria, va este Yupanqui que le regalé hace unos
años y que aún está colgado en el comedor de su casa. Chau, viejo,
seguimos mateando a la distancia.